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miércoles, 9 de enero de 2008

Lo mismo que ellos buscaron


Por Matías Behetty

1
Recorre con la yema del dedo pulgar la guía de Gran Buenos Aires. Letra F. Felir, Feller, Frei, Freyre... Pero su dedo retrocede, se detiene a media página, Feligrano Agencia: Investigaciones, parejas, seguimientos, etc. Llama al número que allí figura. Atiende una voz: “...Esta es la agencia de investiga...”; de repente la grabación
se corta e interrumpe la misma voz: “Agencia...”. El encuentro se fija para esa misma tarde en una oficina céntrica de la ciudad de La Plata.

2
-Hace más de treinta años, un familiar mío compró un terreno en la localidad de San Vicente, pero luego, por razones de trabajo de ese entonces tuvo que mudarse.
Pocos años después falleció. Al principio la casa estuvo deshabitada, más tarde fue ocupada por una persona del barrio...

- Bien... y ¿cuál es el problema?

Desplegó un papel sobre la mesa y lo leyó en voz alta:

-Son cuatro lotes de 16 x 47 metros, números 10, 11, 24 y 25. Nomenclatura catastral: circunscripción I, sección B, quinta 40, fracción. II, parcelas 9, 8, 29 y 28 respectivamente. El 23 dic 76 los compró Norberto Pedro Freyre, según escritura 583 del Registro de la Propiedad de San Vicente. Intervino escribana Laura Meretine de López. La compra fue registrada en la dirección provincial del Registro de la Propiedad el 1º mar 77 bajo el número 53.793 en la matrícula 25.218/21 del partido de San Vicente.

-Le reitero, no entiendo cuál es el problema...

-El problema es que no coincide el nombre que figura como comprador con el nombre de mi familiar. Pero por suspropias palabras yo sé bien que fue él quien compró esos terrenos.

-¿Quién es entonces el tal Norberto Pedro Freyre?

3
Detuvo el auto justo en la esquina de la calle Guerrico. Bajó lentamente el vidrio del asiento del acompañante y encendió un cigarrillo. Treinta minutos. Nadie. Al fin, pudo ver a un hombre bajito, canoso, con anteojos gruesos salir a pie y a toda prisa de la casa. Esperó veinte minutos más y se dispuso a bajar. Se acercó a la fachada, los árboles la rodeaban, por la brisa que le pegaba en el rostro sintió la cercanía del río. Tocó la puerta, una, dos, cinco veces. Sacó un manojo de llaves y las probó una por una hasta que la puerta cedió.

La casa estaba bastante ordenada, el olor a sus pies de una alfombra húmeda y el papel rancio lo invadía todo. Enseguida recordó sus tiempos de oficina cuando le tocaba bajar al subsuelo del archivo y desempolvar voluminosos expedientes criminales. Había allí sólo dos ventanas con las persianas bajas que debían comunicar con un patio interno. Cantidades de libros estaban acomodados en las paredes sobre tablones, diarios y revistas de todas las fechas apiladas en las esquinas, y al final de un pasillo que conducía a un baño, una pizarra de corcho clavada con anotaciones en papel recortadas. Se detuvo especialmente en un garabato que pudo descifrar: “Revisar archivo del día 25 de marzo de 1977, ver casilla 7 del Sótano”.

Pensó en la palabra sótano varias veces, porque quien está acostumbrado a las pesquisas
pesquisas sabe que la resonancia extraña de una palabra devela de inmediato un misterio.
Por eso, ahora sus pies sonaban distintos al moverse: sótano, sótano... El repiqueteo
de sus movimientos pasaba a ser hueco. Sótano. La clave. Levantó la alfombra húmeda
y vio lo que suponía, las ranuras de una puerta. Sacó la navaja y levantó la tapa
suavemente. Pudo ver los primeros escalones de una escalerita bastante precaria que
se la tragaba la oscuridad.

4
-Lo único que puedo decirle es que Norberto Pedro Freyre existe y vive en esa casa.

-Imposible, estoy seguro que esa casa fue comprada por mi familiar, tengo un testigo que allí vivió y así puede demostrarlo.

-Mire, piense lo que quiera, usted me pagó para que yo le averigüe y esto es lo que yo he averiguado. En ese lugar vive una persona con el nombre de Norberto Pedro Freyre y de acuerdo a la edad que figura en los datos de la partida catastral que me ha brindado, coincide con la edad de su habitante. Pero hay algo más...

-Dígame por favor.

-La persona que allí vive escribe y conserva guardado en el sótano un archivo con documentación muy extraña. Yo conozco de archivos y le aseguro que esta persona
conoce muy bien del tema...

-¿Qué clase de archivos?

-Le traje esto para que usted tenga, en una de esas puede interpretarlo mejor que yo.

Feligrano hace entrega de una hoja doblada y amarillenta, el cliente la toma entre sus dedos temblorosos, como si estuviera dudando se queda unos minutos con sus ojos extraviados en algún punto, hasta que la abre y lee en voz alta:

“Que nuestros hijos no busquen en nosotros, que ellos busquen a su manera lo mismo que
nosotros buscamos”.

5
-Eso fue escrito por mi familiar, no tengo ninguna duda.

-Da igual, el trabajo está hecho.

-¿Y cómo sabe que Freyre es Freyre?

-Muy simple, me entrevisté con la escribana del lugar, la Dra. Laura Meretine de López.

-¡Es un impostor, no se da cuenta! Freyre desapareció en la ESMA en 1977... Puede rastrear el nombre y la historia en Google si le interesa...

- ... No se da cuenta de que desde un inicio de la investigación usted me ha ocultado
un dato fundamental.

-Eso es problema mío, a usted no le incumbe ese tema...

-Mire, aquí hay muchas cosas que no encajan y yo las presumo solo, le aconsejo que por el tema de la propiedad vaya a ver a la justicia, el resto me parece se trata de un asunto bastante complejo, una trama secreta muy bien guardada que podría cambiar muchas cosas de este país...

-Me imagino que usted fue policía por aquellos años... no tendría que haber confiado en un viejo represor, además, qué sabe usted de literatura...